sábado, 2 de mayo de 2015

Almas opuestas que se encuentran.



En Madrid las almas se encuentran casi sin darse cuenta.  Incluso cuando sus universos son opuestos y contrarios, se huelen a la lejanía y comienzan a transitar ese camino imaginario que los una físicamente en un instante pero metafísicamente en una vida.  Así, sin darme cuenta, cuando no tenía ni idea de la conciencia, ni del parar, mucho menos de la meditación y la respiración, me crucé con su alma que luego quise llamar espíritu y me quedé embelesada por sus palabras y sus acciones, que por esos tiempos nada tenían que ver con mis acciones.

Me enseñó de la meditación pero no la aprendí, me enseñó del desapego y no lo entendí, me enseñó de técnicas milenarias de lucha y combate, y hasta presumí de practicarlas por unos meses pero no estaba en mí esa forma de moverme en la vida.  Yo le mostré el lugar en el que trabajaba, una barra a la que acudían seres deformes de tanto alcohol y drogas varias, cantaban desafinando y ponían caras de haber tomado clases de canto desde tiempos remotos, seres que practicaban la violencia verbal y a veces hasta la física, pero que al día siguiente continuaban sus agitadas vidas de esposos, padres, madres, hijos y etcéteras como si nada hubiera pasado.  A ese espíritu libre y desapegado de todo le hice ver lo atada que yo estaba a la muerte, le explicaba que ella me llamaba desde cuerpos enfermos y viejas leyendas familiares.  No me ataba a mi tierra pero me ataba a mi constelación porque así se había escrito una y otra vez en la historia de mi apellido materno.  Ël me miraba, no me decía nada, me sonreía, y tan sólo me repetía que confiara en mi tercer ojo.  Cada mañana, frente a los espejos de los pisos que me albergaban en mi vida nómada, me detenía en mi entrecejo y tan sólo podía vislumbrar dos líneas pequeñas cuando mi expresión no era del todo libre. Mi tercer ojo.  Lo dejé allí reposando y quizás algún día aparecería.

Seguimos en contacto desde la lejanía y la cercanía, los océanos que nos separaban y las fronteras que nos distanciaban tan sólo hacían que la conexión fuera más y más grande.  Mi práctica ilusoria de silat se fue desvaneciendo, eran tiempos difíciles para parar la mente, ella recorría por senderos muy rugosos y llenos de espinas.  Mis llamadas de ayuda a la distancia tan sólo eran contestadas con las mismas palabras: CONFÍA, CONFÍA.  Cuando se lee algo y se interioriza parece que finalmente la medicina surte efecto, "sí (pensaba dentro mío), confiaré, saldré de mis mundos escabrosos y llenos de culebras", pero cuando la noche se acercaba, aun siendo las 10 de la mañana o las 5 de la tarde, en esos momentos era muy dificil sentir confianza... ella se había ido a pasear y ya no estaba ahí para acompañarme.

Las esquelas ciberneticas se sucedían con mucho espacio de tiempo, era necesario vivir el desapego, era necesario no ver en él mi salvador porque no lo era...yo era la propia salvadora de mí misma.
Y así las almas se quedaron unidas por siempre, con el tiempo y con la ayuda de grandes corazones que me rodean, comencé a confiar.  Veía que empezaba a hacerse de noche sólo cuando caía el sol por un extremo de la ciudad, que era yo quien con mi voluntad había logrado archivar las leyendas familiares y comenzaba a vivir el HOY, el AQUÍ, y el AHORA.

Hoy nos vemos cuando los calendarios nos permiten, y la ciudad de Madrid vuelve a ser partícipe de esos encuentros llenos de ruidos de claxon y luces de neón.  "La paz está en uno mismo, independientemente que allí fuera haya una guerra".  Las guerras...permanecen, los coches se colisionan, las personas se faltan el respeto, las flores envejecen de tanta contaminación, pero lo que hay dentro mío él lo vio hace años y me lo dijo sonriendo: CONFÍA, CONFÍA.  Hoy, Aquí y Ahora, Confío.  Gracias amigo mío.

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