viernes, 24 de abril de 2015

Entrar en la quietud y el silencio






Como si de un oleaje se tratara nos pasamos la vida tratando de remar o de montar en nuestra tabla de surf para no caernos y adentrarnos en la mar con su silencio celestial y bestial.  Desde pequeños nos enseñan que hay que luchar, que hay que esforzarse, que hay que contraponerse a la corriente y seguir adelante, y si te tiras en la cama a tan sólo observar los puntos que hay en el techo de tu habitación toda la maquinaria social te invita a que salgas, a que viajes, a que leas, que no permanezcas quieto un segundo porque la vida se va.

¿Y si fuéramos capaces de habitar el silencio? ¿De permanecer en la quietud?  Subirnos a la cornisa que separa la acción constante con el vacío de ser, y no más. El vértigo es grandioso, qué dirán de mí si tan sólo me siento a contemplar mi interior sin juicios, sin ideales, sin pensamientos. Leyendo a Pablo D'ors estos días me doy cuenta que voy en ese camino, y me gusta transitar la respiración que cada día me conecta con el silencio y la quietud.

Silencio y quietud, no viajes, no cursos, no libros ni películas interesantes, no proyectos e ideales, no metas, tan sólo "ser" con lo que hay, aquí y ahora.

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