Escuchadlo porque realmente vale la pena... es ese tipo de relato que te deja pensando y diciendo (por lo menos a mi me dejó así después de la docena de veces que lo escuché) : ¿Qué carajo estamos haciendo? ¿Cómo nos estamos relacionando?
Desde ya hace un tiempo vengo observando un comportamiento en esta era de tanta red social y tanta digitalización, que se nos ha vuelto costumbre y ya sin ningún tipo de cuestionamiento, el enviar mensajes de Whatsapp para toda circunstancia o decisión importante que tengamos en nuestras vidas. Tanto para saludarte el día de tu cumpleaños, como para darte ánimos cuando las cosas se están poniendo más que chungas, como para dejar un grupo de personas al que te habías abierto y a las cuales les habías contado cosas muy personales, como para decirle adiós a esa persona que últimamente te viene siendo incómoda e inapropiada para el momento que estás viviendo, aún sabiendo que con ella has compartido un mundo, pequeño, mediano o grande, pero ha habido una construcción vincular.
El Whatsapp te lo pone fácil, en cada uno de lo casos que acabo de enumerar y en todos los que no enumeré, podrás vivir una experiencia "aséptica". No te mancharas, no habrá quiebres de voces, llantos incómodos, voces de emoción ante la experiencia de recibir o dejar un bonito mensaje, no habrá miradas que muestren el por qué de tal o cual decisión, ni ojos brillantes que te hagan titubear, ni lágrimas de alegría o tristeza que de repente te hagan sentir cómo la tierra se mueve y toda la "estantería mental" tan bien construída se desmorona, no habrá manos de calor, o de frío, no habrá gritos que intercedan en el mensaje, ni susurros, ni caricias... Nada. Son mensajes asépticos que el interlocutor recibirá también de manera aséptica, y hoy incluso con tan sólo dejar un dedito de "Ok" hacia arriba ya está, para qué gastar tantos pulgares en algo que evidentemente no llegará como queremos que llegue.
Estos tiempos, de tan poca responsabilidad emocional, que lógicamente son acrecentados por una tecnología que nos inunda por todos lados. Cuando tomamos decisiones importantes que no sólo afectan mi propia vida, sino la de los que me rodean, ya sea por pertenecer a un grupo, o por tener una relación, o por haber construido un vínculo del tipo que sea, incluso en lo profesional; es de recibo dejar que la otra persona o personas se expresen. Incluso los famosos audios que nos enviamos hoy en día, y que nos dejan con cierta "tranquilidad", o me dejan con cierta "tranquilidad" (hablo por mi, hablo por mi=máxima de la terapia) porque al menos estoy expresando con mi voz no sólo palabras huecas, esos audios no están permitiendo que el otro me diga tal o cual cosa, me interrumpa, emita el famoso "aha" o "mmm, mmm" que nos llevan a pensar que somos escuchados. Sí, y además sabemos que mucha gente escucha los audios en una velocidad rápida, al estilo Alvin y las ardillas. Piensa cómo se puede sentir alguien que se está tomando el tiempo en explicarte, con sus silencios, sus cambios de voz, sus cambios de ritmo, algo importante que quiere compartir y tú lo pones a una velocidad de x2 mientras al mismo tiempo estás escribiendo otro mensaje o estás sacando la basura, o haciendo tu rutina de musculación, o lo que sea. En todos estos gestos existe un alto grado de irresponsabilidad emocional , y muy poca empatía hacia el otro.
Casciari dice que nos hemos convertido en "héroes perezosos", yo diría que nos hemos convertido en unos grandes psicópatas entre tanto mensajito, tanto scroll, tanto dedo a la derecha y dedo a la izquierda, y así vamos por esta andadura... pensando que las personas son objetos que sacian algo por un instante de tu vida...y cuando ya no... Te mando un mensaje!