Ayer me sometí a una danza infinita con la Naturaleza, un viaje de los sentidos, una labor de escucha constante, qué me cuenta ella, que le cuento yo, la atención plena, hacia dónde ir, dónde pisar, dónde no pisar, si voy por aquí o voy por allá, ¿te sigo? ¿me sigues?
Fueron unos escasos 180 minutos, ninguna tarea maratónica. ¿Quién no se ha pegado un andar de esos minutos en su vida? Estamos todo el tiempo yendo de un lugar a otro, trazando líneas rectas o curvas entre dos puntos. Puntos con sus particularidades, con sus diferencias, con sus extrañezas, sus ruidos, sus sonidos, sus olores, su rugosidad, o su lisura, puntos con acentos, puntos con colores disímiles y extravagantes, pero nuestras mentes están tan dispersas que nos perdemos esa riqueza continua que nos puede traer un paseo.
Entonces...el primer paso... Los dedos hundidos en la tierra, dando pequeños abracitos, y sentir como cada mota de polvo se entremezcla con la piel de mis dedos, las piernas tensas, los músculos que se contraen y se relajan. Subir piedras, rocas, troncos, los muslos se endurecen, empieza la piel a tener rayas de raspones, de encuentros con ramas que sobresalen irregulares de los árboles. La respiración se agita, se suben escalones hechos por troncos, por piedras, de lejos se oye el ruido del agua, llega el frescor del rocío, las hojas tienen un verde intenso, siento que se sienten felices en ese ámbito, y me trasladan esa felicidad a mi, que sigo andando sin un rumbo fijo, pero trazando una línea recta o curva, desde el lugar en el cual salí hasta el lugar donde llegaré, que no se cuál es.
Bailé con unos troncos a los que me abrazaba cuando tenía que sostenerme para no caer al agua, me apoyé en las rocas, me sostuve con ellas, sentí el frío de sus caras en mi cara, los dedos humedecidos, la mirada atenta. Medir, calcular, someter al análisis dónde se pone el pie, dónde no, dónde el peligro es agradable, y la adrenalina aumenta, la mirada al vacío, la mirada al lleno, la mirada perdida y encontrada. Saber que la Naturaleza tiene su propio ritmo, no soy yo la que marca, es ella la que me propone, y yo me someto a su danza. Escuchar, sentir, oír, ver, observar, oler, hasta degustar la humedad y la sequedad que hay en cada nuevo espacio. La Naturaleza marca el paso, no eres tu, no soy yo, es el árbol que te dice por aquí, o la roca la que te propone un cambio de dirección, o el sonido del agua el que te lleva hacia adelante, o los pájaros que pueden estar cerca sobrevolando algún cadáver, o el olor de tierra mojada el que indica que puede empezar llover. Es la Naturaleza la que propone, no tu, no yo, no nosotros.
En la Vida es igual... Uno piensa que va a bailar por la derecha y de repente viene un huracán que te lleva a la izquierda, y entonces el cuerpo se contrae, y aún mas se contrae tu mente, que estaba agarrada a esa manera "predispuesta" "pre-establecida" que tan bien se había construído. Y si, así como el cuerpo se contrae ante los caminos inciertos que nos presenta la Naturaleza, respiramos y ...¿nos entregamos a la travesía? El cuerpo es sabio. Así como se contrae, es capaz de alcanzar la relajación si le damos el tiempo suficiente para que esto suceda. Los animales saben bien de esto, todo lo que hemos perdido cuando nuestra columna se empezó a erguir hace miles de años. Observar, oler, sentir, degustar, oír. El cuerpo lo va dictando todo, en comunión con la Vida, con la Naturaleza.
Vuelvo a vivir la incertidumbre de la Vida, y me siento más asalvajada que nunca. Detenerme como una pantera negra y que sean mis sentidos los que me dicten el camino, como ayer cuando caminaba entre árboles, rocas, ríos, pájaros y tantos seres que me acompañaron en mi andar.
Hace un tiempo atrás escribía un post en el cual expresaba: "Quiero difícil, quiero embarrarme". En ese caso hablaba de que los vínculos entre las personas no son fáciles, te invito a leerlo. En el baile con la Naturaleza o con la Vida tampoco hay nada Fácil, porque cuando te has hecho a la idea de que lo es, podrá entrar un "huracán" por la puerta de tu casa que lo desestabilizará todo. Entonces...Sólo queda... Volver al cuerpo.... Observar, Oler, Sentir, Oír y Degustar... Parar, tener "Pazciencia", y dejarnos sorprender, una capacidad tan perdida en estos tiempos. No sabemos qué hay ahí adelante.
En estos días de silencio y paseos me devoré un librito que os recomiendo: "La sociedad del cansancio" de Byun Chu Han, en el ocaso de su recorrido nos dice: "La proliferación y la masificación de las cosas han desbancado al vacío. Cielo y tierra están repletos de cosas. Este mundo lleno de mercancías no es para habitar. Ha perdido toda referencia a lo divino, a lo sagrado, al misterio, a lo infinito, a lo superior, a lo sublime. También hemos perdido la capacidad de asombrarnos"
Asombrémonos, que la Vida nos siga asombrando. Que los pasos de baile no estén nunca del todo cerrados, porque quizás te encuentras un tronco en la pista de baile...y ....Vaya uno a saber....